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18 noviembre, 2014 in-pacient.es

En los últimos meses ha habido una explosión de interés tanto por parte de médicos como de los propios pacientes, en los resultados de esta nueva técnica, consistente en le administración de un filtrado de heces procedentes de un donante sano con el objeto de restablecer la flora bacteriana intestinal normal.

La técnica se utilizó por primera vez para tratar la infección por una bacteria llamada micrococo pyogenes, y posteriormente para la diarrea por clostridium difficile con buenos resultados. No es de extrañar que una técnica en apariencia simple, “natural”, y económica sea llamativa y se haya propuesto su uso en otras afecciones y enfermedades en las que el desequilibrio de la flora bacteriana intestinal o microbiota parece jugar un papel, como es el caso del Crohn y la Colitis Ulcerosa.

La primera referencia al uso del trasplante fecal en la Enfermedad Inflamatoria Intestinal se remonta a 1989 y consistió en la autoadminstración de una infusión fecal por parte de un paciente de Colitis Ulcerosa activa severa. Del supuesto éxito de esta intervención se han sucedido publicaciones de experiencias aisladas o en pequeñas series de pacientes, cuya valoración rigurosa requiere de un análisis conjunto y sistemático de su revisión.

Una de las revisiones más completas hasta la fecha, se ha realizado por un grupo de especialistas italianos y se ha publicado en octubre de 2014. Este grupo tiene experiencia en su manejo en infecciones por c. difficile mediante trasplante de heces. De análisis de 2.572 artículos publicados con referencias al tema, se depuraron hasta llegar a 31 que reflejaban casos originales que cumplían criterios de calidad suficientes. La mayor parte de las publicaciones se referían al análisis de casos aislados y sólo 8 a estudios de diseño abierto con un número de participantes pequeño.

De los 133 pacientes analizados en total, 77 padecían Colitis Ulcerosa, 53 Enfermedad de Crohn y 3 EII indefinida. El 43% de ellos tenía infección por clostridium difficile. En menos de la mitad de los casos se disponía de criterios de valoración de la Enfermedad Inflamatoria y sólo en un 16% se había realizado endoscopia.

Del análisis solo se puede valorar la mejora o reducción de síntomas a corto plazo, ya que se carece de datos de evolución de la enfermedad o criterios objetivos de evaluación en la mayor parte de ellos.  Dicha mejoría parece producirse en un 71% de los pacientes con EII, cifra que se reducía a un 62% si se aplicaban criterios objetivos. En las personas que se hizo valoración por endoscopia, se observaron mejoras en el 57%, cifra que se reducía al 20% si se utilizaba una escala objetiva de valoración. Respecto a las personas con infección que además de EII tenían infección por clostridium difficile, los síntomas mejoraron o desaparecieron en un 70% de casos, cifra que es sensiblemente inferior a las aceptadas como la tasa de éxito para personas que padecen la infección exclusivamente y que se sitúan en un 92%.

Dada la variedad de pacientes analizados, no se puede concluir en cuales de ellos podría haber más beneficio, ni en que momento podría ser mejor aplicar esta técnica o tratamiento.

En lo que respecta a la seguridad de la intervención, y a pesar de lo difícil de su valoración, parece que los resultados no son tan buenos como en la infección por c. difficile aislada. Los efectos secundarios más frecuentes parecen ser la fiebre, aumentos de la proteína C reactiva, diarrea, vómitos, algunos casos de infección en la sangre y de rebrote de enfermedad inflamatoria.

La via de administración óptima no parece estar tampoco clara. Si bien en la infección por c. difficile la infusión en el tracto intestinal inferior parece ser adecuada, en la EII podría justificarse más su administración por el tracto superior, ya que hay parte de la flora bacteriana afectada parece estar a ese nivel. El número de infusiones adecuado tampoco se ha estudiado de forma consistente, con una gran variabilidad entre unas publicaciones y otras.

En conclusión, parece que la técnica del trasplante de heces está todavía lejos de poder ser asumida como un procedimiento con beneficios claros y aceptados de buena práctica clínica en la Enfermedad Inflamatoria Intestinal. Mientras no se realicen estudios controlados mayores y bien diseñados, el uso de la técnica de forma justificada se limita a los pacientes con diarrea por infección por clostridium difficile.

Ianiro G, Bibbó S, Scaldaferri F, et al. Fecal microbiota transplantation in Inflammatory Bowel Disease: Beyond the Excitement. Medicine. Volume 93, Number 19, October 2014 . http://goo.gl/KKjhlT

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