Un nuevo estudio piloto nos muestra una reducción de la fuerza muscular y alta fatigabilidad de los músculos erectores de la columna en pacientes con Parkinson, lo que subraya la necesidad de entrenar los músculos paraespinales desde etapas tempranas para prevenir la progresión a las posturas anómalas características de esta enfermedad.
La anomalía postural es unos de los principales síntomas de la enfermedad de Parkinson. Es común que las personas con Parkinson tiendan a inclinarse hacia delante y que adopten una postura encorvada, con la cabeza hacia abajo y los hombros caídos. La enfermedad de Parkinson afecta desde etapas muy tempranas a los músculos erectores de la columna.
Los resultados de un nuevo estudio piloto sugieren que la mayoría de los pacientes con enfermedad de Parkinson, desde etapas muy tempranas, tienen una fuerza muscular reducida de los músculos extensores del tronco, hasta menos de un 50% de la que presentan las personas sin Parkinson de la misma edad.
Esto nos apunta a que tan pronto como se diagnostica la enfermedad de Parkinson se debe realizar entrenamiento que fortalezca la musculatura de la columna con una carga que permita continuar con estos ejercicios durante el mayor tiempo posible y bajo control médico de un especialista en rehabilitación o profesional similar.
Estudios previos han sugerido que ejercicios de extensión del tronco permitirán a los pacientes entrenar los músculos erectores de la columna de manera más específica. Un ejercicio aeróbico que active la musculatura paraespinal puede prevenir la progresión a las anomalías posturales propias de la enfermedad de Parkinson. Y, por otro lado, también se ha sugerido el ejercicio regular de remo para fortalecer el erector de la columna.
En resumen, los resultados de este estudio piloto respalda firmemente la necesidad del entrenamiento de los músculos paraespinales (músculos erectores de la columna) desde etapas tempranas de la enfermedad de Parkinson para prevenir las anomalías posturales propias de esta enfermedad.