La Enfermedad Inflamatoria Intestinal (Crohn o Colitis Ulcerosa) que se caracteriza por una inflamación crónica y recurrente de diferentes segmentos del tracto gastrointestinal. Se ha confirmado que tiene un origen multifactorial. Factores ambientales y alteraciones del microbioma intestinal en personas genéticamente susceptibles pueden causar una alteración en la respuesta del sistema inmune o sistema de defensa y provocar la aparición y desarrollo de estas enfermedades.
Entre los factores ambientales, se destacan: el estrés, la contaminación, el tabaquismo, la lactancia materna, el uso de antibióticos, los productos químicos y la dieta. Algunos de estos factores podemos modificarlos como por ejemplo el tabaquismo, el uso de antibióticos y la dieta.
Estudios previos han demostrado que la lactancia materna se asocia con menor riesgo de desarrollar una Enfermedad Inflamatoria Intestinal (EII).
Comprender el papel de la dieta o nutrición en el origen o desarrollo de una EII puede ayudar a identificar objetivos para prevenir o tratar estas enfermedades mejorando la calidad de vida de estos pacientes.
Actualmente no existe consenso en la comunidad médica con respecto a las pautas nutricionales para los pacientes adultos con EII. Esta falta de consenso se debe a datos de investigación disponibles limitados.
Se han identificado varios compuestos de la dieta que influyen en el desarrollo y el mantenimiento de la actividad de la EII, mientras que otros parecen que tengan un papel protector.
Una revisión de reciente publicación analiza los datos de las publicaciones científicas publicadas hasta el momento sobre este tema para abordar el potencial de los diferentes compuestos dietéticos en base a literatura reciente y, además, describe las diferencias entre Colitis Ulcerosa y enfermedad de Crohn en relación a estos compuestos de la dieta.
Los autores de esta revisión concluyen que la dieta es uno de los factores ambientales importantes asociado con el origen y desarrollo de una EII. La dieta puede cambiar la composición de microbioma y contribuye a modificar los síntomas clínicos y la calidad de vida de estos pacientes.
La lactancia materna y un ingesta elevada de PUFA m-3 (Ácidos grasos poliinsaturdos omega-3 que se encuentran fundamentalmente en el pescado como salmón, atún, sardinas, en las nueces y en las semillas como linaza-chía, etc.) pueden tener un efecto protector de la Colitis Ulcerosa, mientras que un alto consumo de azúcares como sacarosa, grasa animal y colesterol se asocian con mayor riesgo de desarrollo de esta enfermedad.
En relación a la enfermedad de Crohn, la lactancia materna y alta ingesta de fibra pueden tener un efecto protector, mientras que la ingesta elevada de sacarosa, grasas saturadas y un consumo prolongado de comida rápida se consideran factores de riesgo.
Se debe tener precaución en considerar dietas específicas como complemento al tratamiento de la EII. Actualmente no existe consenso científico sobre una dieta específicamente adecuada para todos los pacientes con EII.
Las recomendaciones dietéticas deben realizarse de forma personal o individualizada y ser planificadas con la colaboración de un equipo multidisciplinar entre los que figure un dietista y cuente con la colaboración del paciente para que las dietas o las recomendaciones nutricionales puedan cubrir las necesidades personales y propias de cada individuo.