La esclerosis Múltiple es una enfermedad autoinmune para la que no se dispone de una cura y en la que hay pocas evidencias de aspectos dietéticos o nutricionales que puedan influir en el control de los síntomas o su progresión. A pesar de ello, la búsqueda de recomendaciones dietéticas y de la mejor dieta para la enfermedad, es una constante por parte de muchos pacientes. Un grupo de investigadores australianos ha llevado a cabo un estudio cualitativo para valorar como actúan los pacientes respecto a la dieta tras el diagnóstico.
Entre los temas más recurrentes puestos de manifiesto por las personas que acaban de recibir el diagnóstico de Esclerosis Múltiple, destaca la percepción de falta de consejos generales sobre nutrición y dieta, sobre todo teniendo en cuenta la gravedad de la enfermedad percibida por el paciente. Las personas que en el estudio reconocían haber recibido información por parte de su neurólogo, consideraban la misma como vaga y no suficientemente específica, con lo que en ocasiones, este consejo resulta descartado.
La necesidad de información nutricional suele resolverse inicialmente mediante búsquedas y consultas por los procedimientos al alcance del paciente, incluyendo internet, amigos y familiares. En ocasiones estas dudas se derivan a profesionales de pseudo-ciencias como naturópatas o quiroprácticos. Internet es una fuente de múltiples consejos y ofertas de dietas para la Esclerosis Múltiple, a menudo promovidas por supuestos doctores. La abundancia de tratamiento de la dieta en estos medios agrava la sensación del paciente de que estos aspectos no fueron suficientemente tratados por su médico en el momento del diagnóstico o que cuando menos, es un aspecto que el especialista deja enteramente en manos del paciente.
Aquellas personas que no aceptan o no recibieron los consejos dietéticos generales de su médico pueden verse tentadas a iniciar una búsqueda de la mejor dieta particular a través de la experimentación. El objetivo inicial suele ser el intento de controlar síntomas como la fatiga o síntomas neurológicos, pero en ocasiones puede llegar a pretender el control de la enfermedad o incluso su curación. Entre las medidas que algunos pacientes adoptan están dietas como las veganas, cetógenas, paleo, libres de gluten o lactosa. Otro foco de atención puede ser eliminar productos o incorporar otros que se supone influyen en la respuesta inmunitaría: Vitamina D, aceites saturados o azúcares entre otros. En los casos en que se siguen este tipo de dietas, puede hacerse de una forma muy estricta, que en ocasiones lleva a la necesidad de recurrir a grupos de autoayuda, para evitar el sentimiento de culpa por el fracaso en su cumplimiento.
Los autores del estudio concluyen con la necesidad de dar respuesta a la necesidad de información y consejo nutricional por parte del paciente en el momento del diagnóstico, que por otra parte no siempre tiene que traducirse en una demanda explícita. Además recalcan la necesidad de facilitar el acceso a consejos dietéticos correctos y que los profesionales sanitarios tengan la suficiente formación para la educación en consejos dietéticos saludables.
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