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26 octubre, 2022 in-pacient.es

Cada día disponemos de mayor evidencia sobre los efectos de diferentes dietas tanto en la prevención como el tratamiento de la Enfermedad Inflamatoria Intestinal (EII). Sin embargo, no existe un consenso en la comunidad médica sobre el tratamiento nutricional de los pacientes con EII y, a menudo, se subestima el papel de la dieta en el curso de esta enfermedad.

Tanto la dieta como la nutrición parece que tienen un papel no sólo en la prevención de la aparición de la EII, sino también en la inducción y en el mantenimiento de la remisión a lo largo del tiempo. Por lo tanto, deberíamos considerar que la dieta y la nutrición deben catalogarse como tratamientos contra la EII al igual que ocurre con los fármacos utilizados para el control de esta enfermedad.

Sabemos que, en ocasiones, los fármacos no son suficientes para mantener la remisión de la EII o bien muestran efectos insuficientes o nulos para el control de los síntomas. Además, debemos tener en cuenta que existe la posibilidad de aparición de efectos secundarios. La dieta en sí, junto con el humo, la contaminación, la lactancia materna y/o los antibióticos, se encuentra entre los factores ambientales más importantes que predisponen a la EII.

Ya se conoce el efecto beneficioso de la dieta tanto en el desarrollo como en la duración de las fases de remisión, aunque los suplementos nutricionales y los macro y/o micronutrientes deben adaptarse siempre a cada paciente.

Por otro lado, debemos destacar la importancia del alteración en el microbioma intestinal en las personas con EII. Los pacientes con enfermedad de Crohn tiene mayor disbiosisintestinal que aquellos con Colitis Ulcerosa. Esta alteración en la composición del microbioma puede ser origen de este tipo de enfermedades y de otras enfermedades gastrointestinales, incluidas las neoplasias malignas o cáncer.

En comparación con la dieta mediterránea, la dieta de estilo occidental contiene mayor cantidad de hidratos de carbono refinados, grasas, saturadas, carnes rojas, lácteos y alimentos procesados o industrializados. La dieta occidental implica el uso de nutrientes capaces de provocar un efecto proinflamatorio o que favorecen la inflamación de forma directa o indirecta, alterando el sistema inmunológico, el microbioma y la barrera intestinal.

Los cambios que inducen los alimentos sobre el microbioma no se ha estudiado por completo, pero se sabe que una mayor ingesta de fibras pueden exacerbar los síntomas en algunos pacientes con EII, especialmente durante la fase aguda o de brote. Por otro lado, se ha demostrado que el exceso de hidratos de carbonos refinados, los lácteos y las proteínas alteran el el equilibrio del microbioma. Otros estudios han investigado el papel tóxico del gluten, las dietas ricas en grasas y el efecto negativo de los edulcorantes artificiales no calóricos en la composición y el funcionamiento del micromioba.

Según la revisión de la literatura científica de Levine A et al. se puede afirmar que es fundamental personalizar la elección de nutrientes y suplementos nutricionales para cada individuo específicamente. Y al mismo tiempo, podríamos decir que es muy superficial considerar estas ayudas como “trucos dietéticos”  solo capaces de retrasar la propagación o progresión de la EII o la recurrencia de sus fases agudas.

En conclusión, la dieta y la nutrición deben considerarse como tratamientos puros contra la EII al igual de los diferentes fármacos disponibles y su administración debe ser indicada por especialistas en nutrición con alto grado de personalización en los planes dietéticos (“Cada persona es un mundo”).

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