Un nuevo estudio publicado en la revista Multiple Sclerosis and Related Disorders, llama la atención sobre el especial impacto negativo de la depresión en las personas con Esclerosis Múltiple y revela como, en muchos casos, ésta está sin diagnosticar o tratar adecuadamente.
La depresión mayor es una comorbilidad común entre las personas con esclerosis múltiple (EM), con estimaciones de prevalencia que van del 37% al 54%. La evolución de la prevalencia de EM, con cada vez afectación de personas de edad más avanzada implica que más personas están viviendo más tiempo con síntomas de la EM. Hasta la fecha, muchos estudios que valoraban la presencia de depresión en personas con EM se realizaron en personas jóvenes, por lo que el problema podría estar siendo infravalorado en la actualidad.
Investigaciones recientes sugieren que la presencia de ciertas condiciones y comportamientos de salud modificables, como la obesidad, la mala alimentación, el tabaquismo y las enfermedades cardiovasculares pueden acelerar la progresión de la EM, mientras que el ejercicio y la vitamina D podrían ser protectores. Es razonable esperar que las personas que experimentan depresión puedan optar por no participar en comportamientos de estilo de vida saludables que podrían ser beneficiosos a largo plazo.
El estudio analizado tuvo por objeto examinar el impacto de tener depresión o síntomas depresivos en las elecciones de estilo de vida saludable (dieta, ejercicio, tabaquismo y alcohol), en la calidad de vida relacionada con la salud entre los adultos mayores que viven con EM. El estudio también pretendía determinar la frecuencia de aparición de depresión entre un colectivo de personas mayores de 55 años que conviven con la enfermedad desde hace más de 20.
El estudio, que reclutó 742 personas, incluyó la realización de pruebas para la identificación de depresión y ansiedad, estilo de vida (dieta, ejercicio, tabaquismo y alcohol), participación y calidad de vida relacionada con la salud. Una alta proporción de los participantes (44.5%) informó haber sido diagnosticada de depresión, padecer síntomas significativos o ambos. Solo el 12.1% informó que se les recetó antidepresivos y el 13.6% utilizó servicios psicosociales. En comparación con aquellos con depresión que tenían pocos síntomas, los encuestados que tenían síntomas depresivos mayores tenían más probabilidades de no hacer ejercicio, tener una alimentación no adecuada, niveles más bajos de participación (participación en labores del hogar, ocio y actividades fuera de casa) y calidad de vida relacionada con la salud. Los hombres y las personas que experimentaban niveles más altos de discapacidad y fatiga tenían un mayor riesgo de tener síntomas más intensos y no ser diagnosticados.
Los autores concluyen el estudio resaltando sus resultados y afirmando que, dado que los hábitos de vida poco saludables, como una dieta pobre, niveles bajos de actividad física y la presencia de comorbilidades cardiovasculares pueden acelerar la progresión de la EM, la atención al tratamiento y el alivio de la depresión en la EM es primordial.