En el contexto del tratamiento clínico de la Enfermedad Inflamatoria Intestinal, el papel de la dieta probablemente está subestimado. La dieta representa uno de los principales determinantes del microbioma o flora intestinal, por lo que una dieta desequilibrada puede contribuir a alterar su calidad y su composición.
Un microbioma alterado o disbiosis induce o mantiene la inflamación intestinal y promueve el desarrollo de tejido graso. Tanto la disbiosis como la obesidad sostienen la acumulación de grasa en el hígado y el aumento de la permeabilidad intestinal (alteración de la barrera selectiva que realiza nuestro intestino y que permite el paso y absorción de nutrientes y bloquea las sustancias que puedan ser dañinas).
Se ha asociado a la obesidad, y otros trastornos relacionados con ella, con mayor riesgo de desnutrición, falta de respuestas a los tratamientos convencionales y biológicos tanto en Colitis Ulcerosa como en la enfermedad de Crohn.
Por otro lado, tanto la obesidad como la desnutrición se han relacionado con la enfermedad del hígado graso no alcohólico. Entre el 30%-40% de pacientes con Enfermedad Inflamatoria Intestinal podría estar en riesgo de sufrir la enfermedad del hígado graso no alcohólico.
Una dieta mediterránea se caracteriza por alto consumo de verduras, frutas, cereales, nueces(frutos secos), legumbres, grasas insaturadas como las del aceite de oliva, pescados, productos lácteos, vino y bajo consumo de grasas saturadas, carnes y dulces. Esta dieta se ha asociado a reducción de la inflamación y ha demostrado una acción protectora de algunas enfermedades, tales como el cáncer colorrectal.
Se han publicado los resultados de un estudio cuyo objetivo ha sido evaluar el impacto de la dieta mediterránea sobre la actividad de la Enfermedad Inflamatoria Intestinal, la obesidad y sus complicaciones y sobre la calidad de vida de estos pacientes. En este estudio se incluyeron pacientes de 18 años o más con diagnóstico de Enfermedad Inflamatoria Intestinal durante al menos 6 meses de seguimiento.
Según los resultados de este estudio vemos que el cumplimiento de una dieta mediterránea a corto plazo, no sólo mejoró los parámetros relacionados con la obesidad y con el hígado graso no alcohólico tanto en Crohn como en Colitis Ulcerosa, sino que también redujo significativamente la actividad de la enfermedad y de los biomarcadores relacionados con la inflamación.
Por otro lado, en este grupo de pacientes estudiado, la dieta mediterránea también mejoró la calidad de vida tanto en pacientes con Crohn como con Colitis Ulcerosa. Estos resultados destacan el papel de los hábitos alimentarios sobre la percepción de bienestar.
La dieta occidental caracterizada por ser baja en fibra y alta en grasas podría empeorar la inflamación intestinal. Estudios previos han demostrado que un alto contenido en grasa en la dieta aumenta la permeabilidad intestinal por alteración del microbioma y mantiene la inflamación intestinal en pacientes con Enfermedad Inflamatoria Intestinal.
En contraste con este efecto negativo de la dieta occidental, la dieta mediterránea, podría tener resultados positivos en la Enfermedad Inflamatoria Intestinal.
En resumen, este estudio enfatiza la importancia de un enfoque plural en el tratamiento de la Enfermedad Inflamatoria Intestinal que no se limita a la inflamación intestinal, sino que se extiende a la corrección del estado nutricional y del hígado graso asociados a esta enfermedad. Adoptar un hábito alimentario adecuado, basado en una dieta mediterránea, podría ser fundamental en la gestión de estos pacientes.
Estos resultados respaldan el papel y la necesidad de un asesoramiento nutricional y gestión multidisciplinar de los pacientes con Enfermedad Inflamatoria Intestinal, es decir, que debemos contar con la participación de diferentes especialidades médicas para abordar los diferentes matices de esta enfermedad, tales como: digestivo, cirujano, nutricionista, psicólogo, etc.
Gracias .muy buen articulo