
El deterioro cognitivo es uno de los trastornos más debilitantes y perturbadores para las personas con esclerosis múltiple (EM). Afecta negativamente al funcionamiento social y emocional, a la situación laboral y a la calidad de vida en general.
La afectación cognitiva puede estar presente en el 43-70% de los adultos y en el 30% de los niños con una forma pediátrica de EM, y está documentada en todos los tipos de la enfermedad, con déficits más graves en las formas progresivas, tanto la secundaria progresiva como la primaria progresiva, en comparación con la EM remitente recurrente. Las funciones cognitivas más comúnmente afectadas son la atención, la velocidad de procesamiento de la información, el aprendizaje, la memoria, y las funciones ejecutivas. Además, las alteraciones del estado de ánimo, que incluyen distintos grados de ansiedad y/o depresión, pueden relacionarse influir o ser causadas por los problemas cognitivos.
La variabilidad en la afectación de las distintas funciones entre las personas dificultan la evaluación cognitiva en el curso de la enfermedad, por ello, una clasificación que reconozca los subtipos predominantes, podría conducir a un mayor conocimiento de la alteración cognitiva. Encontrar estos patrones fue el objetivo principal en el estudio llevado a cabo por un equipo de investigadores italianos.
El estudio analizó información de 872 personas con Esclerosis Múltiple que fueron evaluadas con distintos instrumentos de valoración cognitiva y de la depresión. Además, se examinó la distribución de las características demográficas ( edad, género, años de educación) y clínicas (duración de la enfermedad, curso de la enfermedad, nivel de discapacidad) entre los patrones o fenotipos identificados. El estudio identificó cuatro fenotipos cognitivos:
El fenotipo 1, que agrupaba al 28,3% de participantes incluía a las personas con problemas de memoria (concretamente, déficits de memoria retardada). Sin embargo, los individuos de este subtipo mantenían el resto de funciones cognitivas preservadas en comparación con los demás. Los investigadores asocian este tipo a las personas con mayor reserva cognitiva, lo que demostraría que el enriquecimiento intelectual a lo largo de la vida, comúnmente relacionado conel nivel de educación, la complejidad ocupacional, la participación en actividades de ocio estimulantes, atenúa el efecto de la carga de la enfermedad en la cognición. En el fenotipo 1, la tasa de EM remitente recurrente (57,5%) fue mayor que la de EM secundariamente progresiva (30,0%) o EM progresiva primaria (12,5%).
El fenotipo 2, presente en el 21,2%, agrupaba individuos con alteraciones moderadas de memoria y lenguaje, y alteraciones del estado de ánimo como la depresión. Los déficits de comunicación y lenguaje en la EM son relevantes debido a su impacto negativo en la calidad de vida, derivado de la angustia emocional, la ansiedad y los sentimientos de autoincompetencia. En este fenotipo la tasa de EM remitente recurrente fue mayor en comparación con los otros tres subtipos (59,8%). Esto concuerda con la evidencia de que los pacientes confirmados con formas remitentes recurrente tenían mayor ansiedad y depresión en comparación con aquellos con formas progresivas. En una fase más temprana de la enfermedad, a pesar de un menor nivel de discapacidad física, las personas con EM podrían percibir que otros dominios funcionales comienzan a afectarse. Esto puede llevarles a cuestionarse su posible evolución, afectando así al estado de ánimo y a la calidad de vida.
El fenotipo 3 incluye al 18,3% y representa a las personas con EM con mayores deficiencias en la memoria, el lenguaje y la atención, pero sin alteraciones del estado de ánimo. Aquí, la tasa de formas progresivas (tanto primarias como secundarias) fue mayor (59,9%). A medida que la enfermedad progresa, la afectación cognitiva tiende a ser más generalizada y pronunciada.
El fenotipo 4 incluía al 31,7% de personas con Esclerosis Múltiple con afectación cognitiva marcada y generalizada (es decir, memoria, lenguaje, atención, procesamiento de la información y funciones ejecutivas) y un perfil clínico más grave (es decir, mayor edad, mayor nivel de discapacidad y mayor tasa de formas progresivas), pero sin alteración del estado de ánimo como la depresión o la ansiedad. En este caso es difícil discernir si el deterioro cognitivo está más relacionado con el envejecimiento debido a la edad. Los autores especulan que a medida que aumenta la edad, las comorbilidades y los cambios fisiológicos y psicológicos asociados al envejecimiento normal pueden acentuar la gravedad de la EM y su impacto en las funciones cognitivas. Por lo tanto, las personas con EM de mayor edad pueden tener un mayor riesgo de sufrir alteraciones cognitivas significativas que, aunque tienen un impacto relevante en la memoria, resultan especialmente llamativas en el caso de la velocidad de procesamiento.
Los autores del estudio concluyen reflexionando que, aunque puede constituir un reto valorar las distintas funciones del deterioro cognitivo y el estado de ánimo, poder agruparlos para crear distintas tipologías representa una oportunidad para una mejor comprensión de los deterioros cognitivos y el desarrollo de tratamientos cognitivos adaptados en la EM.
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