La enfermedad de Parkinson es la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente, y aunque aparece más frecuentemente en edades avanzadas, un 30% de las personas son diagnosticadas antes de los 65 años de edad, una parte de ellas en los 30. El impacto de la enfermedad en la calidad de vida no siempre se explica por los síntomas y la incapacidad provocada por la enfermedad. Las personas con enfermedad de inicio temprano han mostrado una percepción de calidad de vida peor que las de edad más avanzada, y posiblemente el impacto de la enfermedad en la esfera laboral sea un factor muy importante para explicarlo.
La revista Journal of Rehabilitation Medicine ha publicado un estudio que trata de investigar precisamente estos aspectos. En el se ha analizado un grupo de personas de Suecia con enfermedad de Parkinson confirmada y con edades comprendidas entre los 18 y 67 años (edad que se corresponde con la de jubilación en Suecia). En el estudio participaron 1.432 personas con enfermedad de Parkinson que se compararon con un grupo control de 1.135 personas sin enfermedad. El estudio se centró en el análisis de la calidad de vida y la situación laboral de los participantes.
Como resultaba esperable, la calidad de vida subjetiva resultó ser peor entre las personas con enfermedad de Parkinson que en el grupo control en todos sus aspectos, y el riesgo de insatisfacción vital era mayor en las personas con situación laboral desfavorable (demanda laboral por encima de las capacidades o desempleo).
El estudio objetivó una menor tasa de empleo entre las personas con Parkinson y un menor nivel de ingresos. Entre las personas con enfermedad de Parkinson, las oportunidades de mantener el trabajo eran mayores en función de la ayuda recibida de los empleadores.
Las probabilidades de alcanzar una situación laboral equilibrada también resultaron obviamente menores en las personas con Parkinson, muchas de las cuales manifestaron que las exigencias del trabajo excedían su capacidad. En la población estudiada, las personas con Parkinson tenían un 70% menos de probabilidad de permanecer empleadas que el grupo control. En este estudio un 24% de las personas continuaban trabajando 10 años después del diagnóstico. También se objetivaron tasas más altas de trabajo a tiempo parcial por propia iniciativa entre las personas con Parkinson. Además estas situaciones, que en el grupo control se producían por propia iniciativa, en el grupo de personas con la enfermedad se achacaba a la incapacidad para trabajar más.
Los autores del estudio concluyen que en Suecia, las personas con enfermedad de Parkinson en edad laboral tienen un mayor riesgo de insatisfacción vital y que los factores sociales y laborales son un condicionante de gran relevancia para ello, más allá de las consecuencias puramente económicas. Las personas con Parkinson tienen dificultades para acomodar el trabajo a su nivel de capacidad, lo que a menudo lleva al desempleo. A pesar de ello, resulta alentador que un 25% de las personas con enfermedad de Parkinson permanezcan trabajando 10 años después del diagnóstico, un porcentaje bastante mayor que el obtenido en estudios anteriores.
Gustafsson H, Nordström P, Strahle S, Nordström A. Parkinson’s disease: a population-based investigation of life satisfaction and employment. j Rehabil Med 2015; 47: 45–51. http://goo.gl/S5rISh