La enfermedad de Parkinson se caracteriza por síntomas motores (lentitud de movimientos, rigidez y pérdida de los reflejos posturales) y no motores como la alteración de la función intestinal, entre otros. Por otro lado, los síntomas no motores del Parkinson tienen un alto impacto sobre la calidad de vida de los pacientes y pueden presentarse muchos años antes de la aparición de los síntomas motores y del diagnóstico de la enfermedad. Por ejemplo, algunos pacientes de Parkinson pueden sufrir de estreñimiento más de 20 años antes de la aparición de los síntomas motores.
Por otro lado, sabemos que la alteración de la flora intestinal, también llamada microbioma o microbiota, podrían tener una papel crucial en el eje intestino-cerebro que consiste en una comunicación bidireccional ( en ambas direcciones) entre el sistema nervioso central o cerebro y el sistema nervioso entérico, que es una parte del sistema nervioso autónomo o periférico que controla el sistema digestivo.
La dieta puede afectar a la composición del microbioma y como consecuencia afectar al eje intestino-cerebro. Una nueva revisión de la literatura científica de reciente publicación expone el cuerpo de evidencia existente sobre dieta-microbioma-cerebro en pacientes con Parkinson
Hoy en día con la identificación y la cuantificación de las diferentes bacterias intestinales nos ha permitido investigar el impacto de la dieta sobre el microbioma intestinal. La evidencia muestra que ciertas bacterias específicas responden a ciertos componentes dietéticos. Por otro lado, cada vez hay más evidencia que propone que la ingesta de alcohol puede afectar directamente la composición de la microbiota intestinal.
En la actualidad está bien establecido que los pacientes con enfermedad de Parkinson tienen alterada la composición del microbioma. Sin embargo, a día de hoy, no está claro si las alteraciones del microbioma intetinal son una causa o un efecto de la enfermedad de Parkinson.
Estudios previos han demostrado que la dieta rica en grasas saturadas de origen animal se ha relacionado con mayor riesgo de desarrollar Parkinson. Otros alimentos relacionados con la exacerbación de esta enfermedad incluyen frutas y verduras enlatadas, refrescos, alimentos fritos, alimentos procesados, helados y quesos, todos ellos son típicos de una dieta occidental.
Por el contrario, una “dieta saludable” como la dieta mediterránea, en la que se incluyen alto consumo de frutas y verduras frescas, nueces y otros frutos secos, aceite de oliva, especies etc. y específicamente consumo de alimentos ricos en flavonoides (bayas, frutas, té y vino) disminuye el riesgo de desarrollar trastornos neurodegenerativos en los que se incluye la enfermedad de Parkinson.
Esto nos hace pensar que normalizar las alteraciones de la composición del microbioma intestinal podría abrir nuevas oportunidades terapéuticas para el control del Parkinson entre los que estaría el uso de probióticos, prebióticos, simbióticos y, por último, el trasplante de microbioma.
Los probióticos son microorganismos vivos que, cuando se administran en cantidades suficientes, pueden promover la restauración del microbioma intestinal y mejorar la respuesta inmunitaria. Estudios previos han demostrado que es posible regular las funciones cerebrales y mejorar la ansiedad y la depresión con suplementos probióticos. Sin embargo, los estudios sobre la administración de probióticos para el tratamiento de la enfermedad de Parkinson son muy limitados.
Los prebióticos representan compuestos no digeribles que pueden ser beneficiosos para modular el microbioma intestinal. La mayoría de los prebióticos son fibras dietéticas fermentables, pero no todas las fibras dietéticas son prebióticos. Un alto consumo de fibra en la dieta promueve un aumento de la diversidad de la composición del microbioma y aumento de la actividad y expansión de las bacterias beneficiosas junto con una disminución de las perjudiciales. Fuente de esta fibra las podemos encontrar en frutas y verduras frescas y en alimentos integrales o suplementos con cereales como cebada, centeno, salvado de trigo, etc.
Las fibras prebióticas pueden ser beneficiosas para el sistema inmunitario o sistema de defensa, la movilidad intestinal y el estreñimiento. Por estas razones, enriquecer la dieta con prebióticos podría ser beneficioso para la neuroinflamación y las alteraciones gastrointestinales que se producen en los pacientes con enfermedad de Parkinson.
Por último, los simbióticos son componentes alimentarios o suplementos dietéticos que fusionan los probióticos y prebióticos. Los simbióticos surgen de la necesidad de superar las posibles dificultades de supervivencia de los probióticos.
Numerosos estudios preclínicos y clínicos han sugerido que las intervenciones dietéticas con prebióticos, probióticos o simbióticos, al modificar la composición del microbioma, pueden mejorar la salud del cerebro y disminuir el riesgo de desarrollo de la enfermedad de Parkinson. Las intervenciones dietéticas son de gran importancia, en particular en las primeras etapas del Parkinson.
En general, la evidencia informada en esta revisión respalda la afirmación de que el uso de probióticos, prebióticos y simbióticos pueden representar un enfoque terapéutico potencial en pacientes con enfermedad de Parkinson, aunque se necesita más investigación al respecto.
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